Tésis Página 3
Como se señala en los estudios realizados, las características del proceso pre-divorcio como el tipo de relación conyugal y la calidad de la relación padre – hijo condicionará el desenlace de este proceso y las vivencias del padre ante la separación de los hijos. En la tabla siguiente se expresa de forma resumida el comportamiento de estos factores en los casos que estudiamos.
Características de la relación pre-divorcio
Asimismo nos propusimos registrar desde el punto de vista legal el régimen
de relaciones y la persona a la cual se le asigna la custodia del menor. Desde
el punto de vista de la madre consideramos importante tener en cuenta los obstáculos
que ella opone al contacto físico y su consecuente limitación a la participación
del padre en la formación de los hijos. Si bien las limitaciones se dan en diferentes ámbitos consideramos que las de mayor peso y consecuencias prácticas inmediatas son aquellas dadas a nivel maternal y legal como se puede observar en la siguiente Tabla II.
Limitación de los derechos del padre
Como el régimen de relación padre-hijo se establece, en la mayoría de los
casos, a través de visitas, esto trae como consecuencia una limitación de la participación
paterna en la educación del niño, sin que de manera expresa sea una preocupación
de la madre, aunque sí aparece con frecuencia en los padres.
Estas reacciones emocionales giran, generalmente, alrededor de la depresión y un gran sentimiento de pérdida y carencia. No obstante, ellas en realidad constituyen una amalgama de sentimientos, sin llegar a expresar un cuadro clínico único. Esto puede responder a las situaciones confusas, muchas veces inesperadas, en las que el padre se ve involucrado en el proceso de la separación. En el plano conductual la reacción más común es la expresión de un reclamo por el contacto físico relacional con el hijo, tratando de restablecer o mantener la relación empática anterior. La imposibilidad de lograr este propósito hace que esta relación se convierta, en ocasiones, en una conducta perseverante y con ciertos matices obsesivos, lo cual lo transforma en un síntoma clínico. En todos los casos se puede afirmar que estas reacciones emocionales y conductuales responden, en última instancia a una no aceptación por parte del padre de la situación a que se ve sometido. Resumiendo, pudiéramos apuntar algunas características que permiten, en sentido general, describir los casos estudiados: 1.- El proceso pre-divorcio está matizado por una relación de pareja más bien rutinaria, donde de manera implícita había disolución de vínculos emocionales. El patrón de interacción conyugal más común es el de una distribución de funciones sin llegar a una relación de igual o total implicación de no en las tareas del otro. 2.- La relación padre-hijo (s) en el período pre-divorcio es empática; caracterizada por una paternidad comprometida y responsable, donde priman las muestras de cariño y afecto recíproco con los hijos. 3.- Desde lo legal la custodia siempre es asignada a la madre. Por lo general se establecen sistemas de encuentros limitados de contacto del padre con el hijo de forma rutinaria sin responder a razones fundamentadas. No existe una evaluación de las posibilidades o capacidades del padre, ni se tiene en cuenta su deseo o disposición. 4.- Es interesante cómo, a pesar de que la relación conyugal y el patrón de interelación familiar varían de un caso a otro, sin que predomine como regla un ambiente hostil o marcado por las discrepancias, las decisiones con respecto a la limitación de derecho de los padres en el proceso post-divorcio es bastante común. Esto permite pensar que se replica una conducta promovida por la costumbre donde se hace presente el ejercicio forzado del rol paterno, a semejanza de un asignado social que no siempre se ajusta a la situación concreta. 5.- En la mayoría de los casos la madre hace suya con satisfacción la decisión legal y agrega obstáculos a la relación padre-hijo. Esto limita la participación del padre en la formación integral del menor. De los reportes se desprende una relación más bien desarticulada con los hijos, es decir, no existen actividades familiares, los contactos tienen forma de visita, etc. Cuando se expresa por parte de la madre la necesidad del contacto padre-hijo, es casi siempre para reparar un síntoma aparecido en el hijo o evitarlo, pero nunca se trata de ofrecer al padre el espacio y oportunidad de compartir la responsabilidad de la tuición compartida. En la misma medida no se observa en estas madres (por lo general) una búsqueda de consenso ni cuidado de la imagen paterna, sino una conducta de indiferencia al respecto o acciones o expresiones que deterioran dicha imagen con una evidente inculcación maliciosa. 6.- Aunque hay diferencia en el grado de limitación que sufre cada uno de los padres, a todos los une el sentimiento de insatisfacción con la “cuota” de contacto físico que le ha sido “permitida”. Todos manifiestan el sentimiento de pérdida que puede estar expresando la disconformidad de que se paute su relación de padre, se limite su espontaneidad y creatividad. 7.- El sentimiento de pérdida desencadena un conjunto de reacciones emocionales que, con diversidad de matices, giran en torno de un profundo dolor y desesperación, que se torna en ocasiones intolerable al padre, frustrante, convirtiéndolo en nuestro paciente. 8.- La no renuncia a sus derechos lo lleva a una conducta de reclamo pertinaz, que provoca un sentimiento de impotencia que no es siempre bien canalizado y lo dirige a conductas de perseverancia, evasión y/o huida. 9.- En ninguno de los casos estudiados la madre está cabalmente convencida y/o preparada para favorecer una paternidad comprometida. Suponiendo que elige lo mejor para los hijos, asume como buena la decisión legal y relega al padre al rol más tradicional. 10.- La angustia manifestada por el padre debido a la pérdida del hijo suele atribuirse socialmente a otras causas, como celos, añoranza por la relación de pareja, o a dobles intenciones como venganza, represalia, etc. Esto expresa un prejuicio con respecto a los sentimientos del padre o, en el mejor de los casos, una incapacidad para comprender su sufrimiento o asociarlo a la interrupción de su rol de padre. 11.- Avalado por lo planteado respecto a los roles y lo asignado a ello en lo socio-cultural, la madre expresa su superioridad respecto al padre en el proceso de post-divorcio, se siente segura y dueña de la situación. No es la madre, en ninguno de los casos, portadora de un sentimiento de pérdida. Continuación |
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